Las recientes acciones de Rusia, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, continúan generando tensión internacional tras la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Aunque se esperaba que Trump mostrara una postura más pasiva frente al conflicto en Ucrania, el nombramiento del general retirado Keith Kellogg como enviado para Ucrania y Rusia sugiere una dirección opuesta. Durante la primera conversación entre Trump y Putin, EE.UU. envío un fuerte mensaje de rechazo a una escalada militar, pero Rusia intensificó sus ataques, recibiendo incluso apoyo militar de Norcorea en la región de Kursk. La respuesta de Estados Unidos, permitiendo el uso de misiles de largo alcance en territorio ruso bajo la presidencia saliente de Joe Biden, indica que las decisiones se tomaron en consulta con Trump, quien alude a negociar solo desde una posición fuerte.
Adicionalmente, la imagen pública de Trump y su familia ha sido puesta a prueba, especialmente con la deliberada difusión en medios rusos de imágenes de Melania Trump de sus años de modelo, una jugada vista como agresiva por parte de Putin. Este contexto se complica con la postura de Kellogg, quien aboga por un firme apoyo a Ucrania y no ve viables las negociaciones sin un cambio radical en las posturas rusas. La escalada de tensiones se refleja, además, en la propuesta de los países bálticos y Polonia de integrar a Ucrania en la OTAN, un movimiento que refuerza la solidaridad europea frente a las amenazas rusas. En este escenario, Europa también busca asumir una mayor carga en la ayuda militar a Ucrania, lo cual refuerza la idea de un Occidente unido y decidido a contrarrestar la influencia rusa.
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