En medio de un panorama geopolítico inestable en 2025, Europa se enfrenta a la necesidad urgente de redefinir su papel en el escenario mundial. Angela Merkel ya había advertido en 2017 sobre la importancia de asumir un papel más proactivo en asuntos de seguridad y defensa tras presenciar la actitud del entonces presidente de EE.UU., Donald Trump, en la cumbre del G20. Sin embargo, Europa ha sido criticada por seguir siendo reactiva frente a las amenazas externas, como la creciente influencia de Rusia bajo Vladimir Putin, quien desde 2007 expresó su descontento hacia la expansión de la OTAN, seguido por acciones agresivas en Georgia y Ucrania. Este déficit de acción proactiva ha dejado a Europa sin una estrategia eficaz ante la reelección de Trump y su laxa relación transatlántica, poniendo en riesgo la estabilidad del continente.
La situación se complica aún más con el alineamiento de Putin hacia China y otros regímenes como el iraní y el norcoreano, el cual ha mitigado el efecto de las sanciones occidentales. La postura de Trump, ahora en su segundo mandato, muestra un desinterés por Europa y un acercamiento a Rusia, alimentando las tensiones transatlánticas y generando preocupación sobre el futuro de Ucrania. En este contexto, Europa debe actuar unidos y de manera contundente para evitar quedar marginados como en un posible «Yalta sin europeos». Las voces dentro del continente llaman a un fortalecimiento interno en defensa y una estrategia clara hacia la soberanía y seguridad de Ucrania, reflejando una oportunidad crucial para que Europa despierte y tome un liderazgo que hace tiempo se le ha exigido.
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