El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha intensificado las tensiones comerciales con Europa al anunciar posibles nuevas medidas arancelarias. A través de un mensaje en su red social Truth Social, Trump advirtió sobre la imposición de nuevos aranceles a las exportaciones europeas y posibles restricciones a la exportación de tecnología y chips estadounidenses. Esta amenaza surge si la Unión Europea no reconsidera el Impuesto sobre Determinados Servicios Digitales (DST) y la Ley de Servicios Digitales (DSA).
Trump fue contundente al afirmar que Estados Unidos no sería el «cajero automático» ni «felpudo» del mundo, sugiriendo que las medidas europeas discriminan a las empresas tecnológicas estadounidenses mientras favorecen indirectamente a competidores asiáticos, especialmente China. De llevarse a cabo, estas medidas podrían impactar sectores claves en Europa, como la automoción, la agricultura y la moda, que dependen significativamente del mercado estadounidense.
La discordia gira en torno a dos regulaciones principales. La DSA, en vigor desde febrero de 2024, exige a grandes plataformas como Google y Amazon transparencia en el uso de algoritmos y moderación de contenidos. El DST, por otro lado, aplica un impuesto del 3 % sobre ingresos digitales de ciertas empresas, ya afectando precios al consumidor en países como España.
Esta situación trae reminiscencias de la guerra comercial de Trump con China, aunque esta vez el énfasis está en la regulación digital y no solo en manufacturas y propiedad intelectual. En respuesta, algunas empresas como Apple no se han pronunciado, mientras que desde OpenAI se percibe como parte de un patrón de presión económica.
En Bruselas, la amenaza se ve como un intento de influir en la soberanía regulatoria de la UE, mientras que expertos destacan la intención de las regulaciones europeas de fomentar transparencia y frenar el poder de las grandes tecnológicas. A nivel comercial, los economistas advierten que un incremento en aranceles podría significar un golpe para el intercambio de bienes y servicios, que asciende a más de 400,000 millones de euros anuales.
Este conflicto no solo es económico, sino también geopolítico, poniendo en cuestión hasta dónde puede influir Estados Unidos en las normas europeas y si la UE está dispuesta a enfrentar una posible guerra comercial para mantener sus regulaciones. Asimismo, se observa con interés la postura de China, otro actor relevante en esta disputa económica global.
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