El icónico sello de eficiencia energética, presente en millones de electrodomésticos y edificios, enfrenta un futuro incierto en Estados Unidos debido a la decisión del gobierno de Donald Trump de evaluar su posible eliminación. Esta medida, enmarcada en una reestructuración de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), podría tener un impacto significativo tanto en la economía doméstica como en los esfuerzos para combatir el cambio climático.
El programa Energy Star, establecido en 1992 durante la administración de George H. W. Bush, ha sido un pilar para la promoción de tecnologías eficientes, permitiendo a los consumidores identificar productos que consumen menos energía. Este programa ha logrado significativos ahorros energéticos que ascienden a más de 5 billones de kilovatios-hora y 500 mil millones de dólares en costos energéticos. Además, ha evitado la emisión de 4 mil millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero con una inversión pública mínima.
Sin embargo, la administración Trump pretende cerrar el programa bajo el argumento de mejorar la calidad del aire, el agua y la tierra a través de una reorganización gubernamental. Molly Vaseliou, administradora asociada interina de la EPA, afirmó que esta decisión será beneficiosa aunque no detalló las razones técnicas.
La reacción no se ha hecho esperar. Expertos y organizaciones ambientalistas critican la medida, advirtiendo que eliminar Energy Star podría encarecer las facturas de electricidad y aumentar las emisiones contaminantes. Steven Nadel, del Consejo Americano para una Economía Energéticamente Eficiente, calificó la decisión de “absurda”, mientras que Paula Glover, de la Alliance to Save Energy, destacó el alto retorno de inversión que ofrece el programa, ahorrando más de 40 mil millones de dólares anuales a cambio de una inversión de 32 millones.
Incluso dentro del Partido Republicano, la eliminación del programa ha generado desconcierto. La senadora Susan Collins expresó su preocupación por la falta de información clara sobre la eficiencia energética que los consumidores enfrentarían.
El programa Energy Star no solo afecta el ámbito doméstico, sino que también está vinculado a incentivos fiscales federales y estatales y políticas públicas para la reducción de emisiones. Su eliminación podría debilitar la capacidad reguladora de la EPA precisamente cuando se necesitan acciones contundentes contra el cambio climático.
La posibilidad de desmantelar Energy Star resurge como un precedente preocupante que podría materializarse si no se interviene legislativamente. En este contexto, el sello de eficiencia energética representa mucho más que ahorro económico; simboliza confianza y un compromiso con un futuro energético sostenible. La desaparición del programa podría acarrear un coste significativo para Estados Unidos en un momento en que el avance hacia la sostenibilidad es crucial.
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