Donald Trump ha logrado consolidarse como el favorito en las encuestas de intención de voto para las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Desde este fin de semana, la media general de los sondeos lo posiciona por delante de su principal oponente, Kamala Harris. Su estrategia de campaña se ha centrado en los estados indecisos, o «swing states», donde ha dirigido mensajes específicos a los votantes de clase media, tradicionalmente leales al Partido Demócrata. La ruptura del «Muro Azul» en estados como Michigan y Wisconsin ha sido clave en su ascenso, resquebrajando el apoyo demócrata en regiones que durante décadas han sido su bastión. Además, Trump ha mantenido una presencia mediática constante, concediendo entrevistas y participando en espacios como el pódcast de Joe Rogan, factores que han contribuido a su creciente popularidad.
Por otro lado, Kamala Harris parece estar perdiendo terreno entre el electorado desde agosto, poco después de que Joe Biden anunciara su retirada de la carrera presidencial, cediendo el protagonismo a su vicepresidenta. A esto se suma un debate poco favorable para Biden, que dejó ver sus limitaciones cognitivas y de salud. Estas circunstancias han llevado a un incremento de opiniones negativas sobre Harris, al punto de que un 53% del electorado la ve desfavorablemente, según The Wall Street Journal. En contraste, las propuestas de Trump, especialmente en temas económicos, resuenan mejor entre los votantes, proporcionándole una ventaja en asuntos de importancia crítica como la economía, la inmigración y la seguridad fronteriza. Así, el ex presidente ha logrado recuperar parte de su imagen positiva, con un 52% de apoyo a su gestión pasada, mientras persiste la desconfianza en la capacidad de liderazgo de Harris.
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