Manuel Márquez recuerda vívidamente aquel noviembre de 1977, cuando fue arrestado por la Guardia Civil tras escalar la valla que separaba la colonia británica de Gibraltar de España. Vivía con una hermana en Gibraltar y decidió cruzar para asistir al funeral de su padre recién fallecido. Un oficial de la Guardia Civil mostró compasión y le permitió asistir al entierro, un gesto que Manuel aún valora profundamente. Ahora, desde La Línea de la Concepción, en Cádiz, observa con emoción la inminente desaparición de la verja que tanto le marcó en el pasado.
Hoy, desde el otro lado de lo que antes fue una barrera infranqueable, Manuel reflexiona sobre el sufrimiento que la división fronteriza impuso a su vida y a la de muchos otros. La cercanía física con Gibraltar no se traducía en facilidad de movimiento o relaciones fluidas; al contrario, se convirtió en un escenario de restricciones y dificultades personales. La inminente eliminación de la verja representa un cambio significativo, un símbolo de apertura y esperanza para aquellos que, como Manuel, anhelaban una conexión más natural y libre con su lugar de origen y su familia.
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