Júlia Salander, activista y autora, compartió en redes sociales su experiencia negativa al acudir a un centro estético en Barcelona, donde se sintió presionada a realizarse procedimientos innecesarios. Según Salander, la especialista se centró en destacar ‘defectos’ en su piel, recomendándole tratamientos invasivos como bótox y láser, lo que ella calificó como «violencia estética». Este incidente refleja una problemática más amplia en el sector de la belleza, donde se fomenta un negocio que se beneficia de las inseguridades de las personas. La situación plantea interrogantes sobre la ética en el enfoque comercial de los tratamientos estéticos.
La industria de la estética en España sigue en auge, con más de 204,000 intervenciones al año, según la Sociedad Española de Cirugía Plástica. Expertos como Elisabeth Álvarez y la Dra. Beatriz Beltrán enfatizan la importancia de un enfoque sensible y honesto en las consultas de estética, abogando por la profesionalidad y el respeto hacia los pacientes. Mientras, personalidades como Carolina Yuste advierten sobre cómo la cultura de la belleza intensifica la presión sobre las mujeres, llevándolas a buscar la perfección física. En el fondo, estas experiencias revelan una tendencia preocupante: la erosión de la autoestima a través de sutiles estrategias de mercado que explotan las inseguridades personales.
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