Clara Brugada asume el cargo de jefa de Gobierno de la Ciudad de México, un hito que marca una nueva etapa política en la capital mexicana. Su trayectoria, forjada en el oriente de la ciudad, especialmente en Iztapalapa, la convierte en un símbolo del ascenso de los sectores populares al poder. Este cambio se da en el contexto del impacto político causado por la elección de Claudia Sheinbaum como presidenta de México. Brugada, activista de larga data, ha sido conocida por su defensa de los derechos sociales y su constante crítica al statu quo. En su discurso de toma de protesta, rindió homenaje a diversos movimientos sociales, destacando su compromiso con la ampliación de libertades. Esta nueva fase en su carrera la enfrenta al reto de gobernar una urbe dinámica, buscando un equilibrio entre su base política activista y las expectativas generales de servicios y bienestar para todos los capitalinos.
Aunado a los desafíos típicos de gobernar una metrópoli como Ciudad de México, incluyendo problemas de abastecimiento de agua, corrupción inmobiliaria y crisis climática, Brugada deberá enfrentar las dinámicas de poder intrincadas dentro de su partido, Morena. Su administración, percibida como un gobierno de activistas más que de técnicos, despertará temores respecto a políticas «socializantes» que podrían confrontar intereses establecidos. Además, su relación con Claudia Sheinbaum podría ser determinante, dado que el éxito de su gestión impactará de manera directa en la percepción del legado de la presidenta. Brugada ha prometido trabajar coordinadamente con las 16 alcaldesías de la ciudad sin hacer distinciones partidarias, un compromiso que pondrá a prueba su estrategia de inclusión. A pesar de todo, su origen y su conexión con sectores históricamente marginados generan expectativas de que el nuevo liderazgo traiga consigo una verdadera transformación hacia la equidad social y servicios de calidad en la capital.
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