La ciudad de Valencia se ha convertido en un enorme centro de solidaridad tras las devastadoras inundaciones provocadas por la Dana. Espacios tan diversos como peluquerías de barrio y estadios de fútbol se han adaptado para funcionar como puntos de recogida y distribución de ayuda humanitaria. En todos estos puntos, la logística se ha convertido en un desafío, especialmente por la constante llegada de donaciones tanto de la ciudad como del resto de España. Miles de voluntarios, en su mayoría jóvenes, trabajan incansablemente para procesar, clasificar y enviar los productos a las áreas más afectadas. El estadio del Levante, al norte de la ciudad, se ha convertido en un centro neurálgico donde la estrategia y coordinación adquieren especial relevancia, con líderes improvisados como Héctor Conesa, director de estrategia digital del club, enfrentando el reto de gestionar el flujo de donativos en un ambiente frenético.
Por su parte, otros puntos de recogida, como una pequeña farmacia en Alfahuir, operan con la misma intensidad a pesar de sus limitaciones de espacio. La dueña del local relata cómo la necesidad de atender las solicitudes de sus clientes derivó en el establecimiento de un punto de acopio, que ahora canaliza donaciones hacia lugares centrales o directamente hacia las zonas golpeadas por la tragedia. Este esfuerzo se replica en barrios como Benimaclet, donde asociaciones locales enfrentan problemas de espacio y coordinación en su afán por organizar las furgonetas llenas de víveres y bienes de primera necesidad. El clima de cooperación es evidente, incluso se improvisan soluciones como la utilización de un estadio de fútbol para almacenar alimentos y artículos para mascotas. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos titánicos de los voluntarios, la falta de coordinación con las autoridades ha generado demoras, poniendo de relieve la necesidad de mejorar los canales logísticos para agilizar la llegada de ayuda a los damnificados.
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