Una mujer y su hija de dos años han fallecido tras un trágico atropello masivo ocurrido en el centro de Múnich. El ataque, sucedido el pasado jueves, ha sido atribuido a un solicitante de asilo afgano de 24 años, quien ha confesado que su acto fue intencionado. Según la Policía Criminal de Baviera, el agresor embistió a una multitud que participaba en una manifestación organizada por el Sindicato Unido de Servicios (Ver.di), resultando en 39 personas heridas. Las autoridades sospechan de motivaciones islamistas, ya que el atacante habría gritado «Allahu Akbar» durante el incidente, reforzando la hipótesis de que el ataque fue premeditado y motivado por fundamentos religiosos. Actualmente, se examinan las conversaciones del detenido en aplicaciones de mensajería instantánea, y la Fiscalía Federal alemana ha asumido la investigación bajo la presunción de que el ataque es un golpe al orden democrático básico del país.
Por su parte, el canciller alemán Olaf Scholz ha mostrado consternación ante los hechos y ha expresado su intención de deportar al responsable tras cumplir la sentencia que le imponga la justicia alemana. Durante un acto electoral en Múnich, Scholz sostuvo que actos como este no pueden quedar impunes y no deben encontrar amparo en ninguna circunstancia. Extendió sus condolencias hacia las familias de las víctimas, asegurando que la nación llora junto a ellos en su dolor. Este ataque ha desencadenado un serio debate en Alemania sobre la seguridad pública y la gestión de solicitantes de asilo, al tiempo que las autoridades enfrentan el desafío de identificar y mitigar amenazas de extremismo dentro del país.
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