En 2024, la travesía marítima hacia España resultó fatal para al menos 10.457 migrantes, quienes murieron o desaparecieron en el intento. Esta cifra alarmante refleja un incremento significativo comparado con años anteriores, subrayando la peligrosidad creciente de las rutas marítimas utilizadas, principalmente entre África y el sur de Europa. Muchas de estas personas emprendieron el peligroso viaje desde las costas africanas a bordo de embarcaciones precarias, a menudo sobrecargadas y mal equipadas para enfrentar las duras condiciones del mar. La situación de estos migrantes es agravada por las políticas europeas de endurecimiento de controles fronterizos, que empujan a miles a arriesgar sus vidas por la esperanza de un futuro mejor en suelo europeo.
La tragedia humanitaria destaca la necesidad urgente de abordar las raíces del fenómeno migratorio, como son los conflictos, la pobreza extrema y el cambio climático, que continúan obligando a tantas personas a abandonar sus hogares. Organizaciones internacionales y defensores de derechos humanos han llamado a una acción concertada para garantizar rutas seguras y legales para los migrantes, así como una cooperación más estrecha entre los países de origen, tránsito y destino. A pesar de estos llamamientos, las respuestas políticas han sido insuficientes, con un enfoque predominante en la disuasión y el control más que en la protección y el rescate, dejando en evidencia la creciente distancia entre las necesidades humanitarias y las acciones gubernamentales.
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