En un giro inesperado, Donald Trump ha propuesto un plan de paz para Ucrania que ha dejado a muchos perplejos. El enfoque se aleja del diálogo inclusivo al excluir a Ucrania de las negociaciones y permitir que Estados Unidos y Rusia dirijan las discusiones sobre el futuro territorial de Europa. Esta estrategia, vista por muchos como una táctica de «abusones de patio», ha sido duramente criticada por permitir que Rusia, quien inició el conflicto, maneje las condiciones. Además, se teme que esta postura de Trump fortalezca a Rusia a largo plazo, dándole la libertad de continuar sus ambiciones territoriales. En este contexto, Europa intenta no quedar marginada, destacándose un encuentro en París liderado por Macron y un posible retorno del Reino Unido al seno europeo como pasos hacia una respuesta unificada.
La situación se agrava con el pesar palpable en la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde el fracaso visible de los esfuerzos por asegurar la soberanía de Ucrania ha dejado a muchos en lágrimas. A pesar de las sanciones económicas y la presión internacional de los últimos tres años para debilitar a Rusia, un conjunto de conversaciones en Riad ha otorgado al presidente ruso, Vladímir Putin, el poder de dictar términos antes de que siquiera comiencen las discusiones de paz. Putin ha establecido que bajo ninguna circunstancia permitirá que Ucrania se una a la OTAN, bajo amenaza de «consecuencias catastróficas» para Europa. En un ambiente de tensión creciente, estas decisiones parecen abrir la puerta a futuros conflictos, dejando al continente en un estado de incertidumbre y preocupación.
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