Una mañana caótica y sangrienta vivió Río de Janeiro cuando un tiroteo, ocurrido en una de sus principales avenidas durante una operación policial, dejó tres civiles muertos y un saldo de pánico e interrupciones en toda la ciudad. La Policía Militar había incursionado en el complejo de favelas denominado Complexo de Israel con el objetivo de desarticular bandas dedicadas al robo de vehículos y cargas de camión. La operación se transformó en una balacera imprevista cuando los delincuentes, asociados a un grupo que combina actividades delictivas con un discurso evangélico, abrieron fuego contra los agentes. A pesar de la experiencia que Río tiene con este tipo de eventos en sus barrios más conflictivos, el intercambio de disparos a plena luz del día y en una zona tan transitada sorprendió y sobrepasó la capacidad de reacción de las fuerzas del orden.
El enfrentamiento provocó un caos de grandes dimensiones al cortar una arteria vital en plena hora punta, llevando a la suspensión de líneas de autobús y el cierre de escuelas y ambulatorios en el área afectada. Civiles que iban camino al trabajo y la escuela quedaron atrapados en medio de la violencia, incluyendo a tres que fallecieron debido a los disparos. Con terror, transeúntes y conductores sufrieron el impacto de un evento más común en escenarios de guerra. El Complexo de Israel, liderado por Álvaro Malaquias Santa Rosa, conocido por su violento imperio que mezcla ilegalidad y fanatismo religioso, sigue planteando un desafío significativo a las autoridades. La portavoz de la policía admitió la falta de inteligencia para prever la magnitud de la respuesta criminal, evidenciando las dificultades de gestionar la seguridad en una ciudad donde el crimen organizado se entrelaza con la vida cotidiana.
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