El manejo de la pandemia de COVID-19 en residencias de ancianos ha dejado una marcada impresión en la sociedad, especialmente en lo referente a las condiciones en las que numerosos mayores perdieron la vida. Aunque las opiniones puedan diferir sobre las decisiones tomadas durante esa crisis sanitaria, lo cierto es que los sucesos no fueron una sorpresa ni acciones tomadas a la ligera. Según informes y análisis de expertos, las medidas que se implementaron –o la falta de ellas– fueron consecuencia directa de decisiones planificadas previamente bajo las circunstancias de emergencia, reflejando fallos estructurales en el sistema de atención a personas mayores.
En este contexto, se señala que, a pesar de la naturaleza inesperada de la pandemia, las acciones desplegadas en las residencias no surgieron de la improvisación. Las investigaciones apuntan a que las decisiones se basaron en protocolos preestablecidos que, sin embargo, resultaron insuficientes ante una crisis de tal magnitud. La situación dejó al descubierto la fragilidad de los recursos y la necesidad de una reflexión profunda sobre el trato y la prioridad que se da a la atención de los ancianos en momentos críticos, suscitando un debate sobre la ética y la planificación en salud pública.
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