María José Almazán es una de las muchas personas cuyas vidas fueron devastadas por la dana del 29 de octubre de 2024. A simple vista, su hogar en Catarroja parece haber vuelto a la normalidad, pero los fantasmas de aquella noche persisten en su mente. Atrapada en una perfumería durante la inundación, se salvó al escapar nadando por un escaparate roto. Sin embargo, la experiencia la ha dejado con un profundo trauma que le impide retomar su vida con normalidad. La terapia, tanto individual como en grupo, se ha convertido en su aliada en este proceso, aunque los recuerdos dolorosos persisten. La reconstrucción física es visible, pero las heridas emocionales de quienes vivieron esa trágica noche siguen abiertas.
La historia de María José se entrelaza con la de otros supervivientes como Amparo Chisvert-Tarazona y Elena Montañana, también afectados por las terribles riadas. Amparo, de Paiporta, aún no ha podido regresar a su hogar, viviendo con la pérdida reciente de su madre tras la inundación. Elena, por su parte, enfrenta la ruina de su negocio familiar en Catarroja, con pérdidas materiales que no han sido resarcidas adecuadamente. A pesar del tiempo transcurrido, la reconstrucción avanza lentamente, y muchos habitantes siguen atrapados en el dolor y la incertidumbre, luchando por recuperar sus vidas mientras enfrentan la incomprensión de aquellos ajenos a su dolorosa realidad.
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