El cohete Starship de SpaceX, propiedad de Elon Musk, sufrió una explosión por tercera vez durante un lanzamiento que inicialmente parecía exitoso. El despegue tuvo lugar desde Starbase, Texas, y por breves momentos, todo pareció ir según lo planeado. La aeronave alcanzó el cielo sobre el Golfo de México, rebautizado por indicaciones del presidente Donald Trump como Golfo de América. Sin embargo, media hora después, SpaceX perdió el control del cohete, causando que este estallara antes de regresar a Tierra, un desenlace que Musk, quien se había alejado de la política, intentaba evitar en este importante ensayo.
La Administración Federal de Aviación de Estados Unidos había otorgado su aprobación para el lanzamiento, extendiendo la zona de peligro en previsión de posibles percances. A pesar de los avances en la reutilización de partes del cohete, como el propulsor Super Heavy, y las pruebas destinadas a aumentar la fiabilidad del Starship, el vuelo terminó en otra explosión. SpaceX insistió en que cada intento fallido proporciona valiosas lecciones para futuras misiones, alineadas con su ambición de hacer la vida multiplanetaria. El incidente se suma a una serie de desafíos que enfrentan Musk y su equipo mientras continúan sus esfuerzos para avanzar en exploraciones espaciales significativas.
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