En un incremento de las tensiones en el sur de Asia, India y Pakistán han intensificado sus represalias diplomáticas tras un mortífero ataque que dejó al menos 28 muertos en la disputada región de Cachemira. El incidente, que ha sido el más violento en los últimos meses, ha exacerbado las ya frágiles relaciones entre ambos países, que históricamente han mantenido una disputa territorial sobre esta zona. Tras el ataque, India acusó a Pakistán de respaldar a los militantes responsables del atentado, mientras que Islamabad ha negado dichas acusaciones y ha responsabilizado a Nueva Delhi de avivar el conflicto con su presencia militar en la región. En respuesta, ambos gobiernos han expulsado a diplomáticos mutuamente y han intensificado su retórica beligerante, aumentando las preocupaciones sobre una posible escalada militar.
El ataque ha suscitado una ola de indignación internacional, especialmente porque Cachemira es un punto conflictivo con el potencial de desencadenar un conflicto más amplio entre estas dos potencias nucleares. Las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales han instado a ambas naciones a la moderación y al inicio de un diálogo constructivo para calmar las tensiones. No obstante, tanto India como Pakistán han mostrado pocas señales de querer reducir las hostilidades, centrando sus energías en acusaciones mutuas. Mientras tanto, los habitantes de Cachemira continúan viviendo bajo un estado de inseguridad e incertidumbre, atrapados en medio de esta prolongada disputa que sigue cobrándose vidas y destruyendo comunidades.
Leer noticia completa en El Mundo.