Al menos 70 personas han perdido la vida en una serie de violentos enfrentamientos que se han propagado a lo largo de la costa de un país árabe, en una escalada que agrava la ya tensa situación en la región. Estos disturbios se producen en un contexto de profunda incertidumbre política y social, a raíz de las secuelas de la caída del régimen de Bashar Asad. Según fuentes del gobierno de Damasco, los responsables de los conflictos son antiguos partidarios del depuesto dictador, quienes estarían intentando desestabilizar la frágil paz que se ha intentado instaurar desde el cambio de mando.
Los combates, que han dejado a comunidades enteras sumidas en el caos y la desesperación, suponen un duro golpe para las autoridades actuales, las cuales se esfuerzan por consolidar su control sobre el país. Mientras tanto, la comunidad internacional sigue con atención los desarrollos en la región, preocupada por el riesgo de que esta violencia interna desemboque en un conflicto mayor que pueda desestabilizar la zona. A medida que emergen más detalles sobre las identidades y motivaciones de los involucrados, el gobierno enfrenta el desafío de establecer el orden y garantizar seguridad a sus ciudadanos en medio de una tensa atmósfera de polarización y resentimiento.
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