En el último borrador de la presidencia de la COP29, se destaca el compromiso de los países desarrollados para aportar anualmente 250.000 millones de dólares, equivalentes a 240.000 millones de euros, destinados a combatir el cambio climático. Este montante, aunque significativo, representa solamente una quinta parte de la meta financiera más ambiciosa planteada en discusiones previas, que buscaba obtener una financiación considerablemente mayor para enfrentar los desafíos ambientales globales. La propuesta revelada en el borrador suscitó una serie de reacciones mixtas en los círculos internacionales, donde las expectativas estaban puestas en compromisos más sólidos para reducir el impacto ambiental y apoyar a los países más vulnerables.
La diferencia notable entre lo ofrecido y la meta deseada ha generado preocupaciones sobre la capacidad de alcanzar los objetivos de sostenibilidad establecidos en el Acuerdo de París y otros acuerdos multilaterales. Representantes de naciones en desarrollo subrayan la necesidad urgente de mayores contribuciones financieras para impulsar la transición hacia economías más verdes y resilientes, demandando una mayor solidaridad y responsabilidad por parte de los países más prósperos, que históricamente han contribuido en mayor medida a las emisiones de gases de efecto invernadero. La situación pone en relieve el reto continuo de equilibrar acciones concretas con las promesas financieras en el ámbito internacional para mitigar los efectos del cambio climático.
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