La comisión electoral de Tanzania ha declarado a Samia Suluhu Hassan como vencedora de las recientes elecciones presidenciales, con un arrollador 97,6% de los votos. No obstante, la legitimidad de estos resultados ha sido puesta en cuestión, ya que los principales opositores fueron excluidos y las elecciones se realizaron en un contexto de violentas protestas. A pesar de que los observadores internacionales señalaron una baja participación debido a los disturbios, el organismo electoral reportó un sorprendente 87% de participación. Esta cifra ha sido ampliamente criticada, dada la dificultad para votar y la desconexión con el 50% de participación en los comicios anteriores de 2020.
Las protestas, las más intensas en décadas, dejaron un saldo de al menos 700 muertos, según la oposición, aunque el gobierno minimiza la violencia y atribuye los disturbios a «grupos de vándalos». En respuesta, se ha impuesto un toque de queda y se ha cortado el acceso a Internet, complicando la verificación de información sobre los incidentes. Mientras tanto, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha expresado su gran preocupación y ha instado a las autoridades tanzanas a proteger el derecho de reunión pacífica y a investigar estos hechos. La situación refleja el retorno a un estilo autoritario en la administración de Suluhu, después de un breve período inicial de reformas y diálogo con la oposición.
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