En medio del partido entre Nápoles y Cagliari, la tensión alcanzó su punto álgido en la zona de la grada ocupada por los aficionados del Nápoles, marcada por pancartas provocadoras y cánticos despectivos hacia la afición rival. La situación derivó en insultos cruzados entre seguidores, agravando aún más el ambiente hostil en el estadio. En un intento de aplacar la situación y evitar la suspensión del partido, algunos jugadores del Nápoles se acercaron a la afición para pedirles que dejaran de lanzar bengalas y permitir así la reanudación del encuentro.
El altercado subraya las dificultades que enfrentan las autoridades para controlar a los aficionados más acérrimos, cuyo comportamiento puede llegar a interrumpir competiciones deportivas importantes. La intervención directa de los jugadores muestra la creciente preocupación dentro del mismo equipo por mantener el orden y garantizar la seguridad en los eventos deportivos. Los incidentes de este tipo cuestionan la efectividad de las medidas de seguridad actuales y señalan la urgente necesidad de estrategias más contundentes para prevenir futuras confrontaciones.
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