El pasado lunes, España y Portugal experimentaron un apagón generalizado que atrapó a millones de personas en la península ibérica sin electricidad. A las 12:32 horas, un colapso impresionante en la red dejó al 60 % de la generación eléctrica fuera de servicio, equivalente a 15 gigavatios, provocando una oscuridad total que duró solo cinco segundos, pero que tuvo consecuencias devastadoras. Las víctimas y los daños materiales aún están siendo cuantificados.
Los expertos en economía temen que las pérdidas puedan alcanzar los 1.400 millones de euros, lo que representa un impacto significativo del 0,1 % en el Producto Interno Bruto del país. Sin embargo, precisar estas cifras requerirá de una investigación meticulosa, dado que la red eléctrica de España está compuesta por unos 70.000 puntos críticos que complican el diagnóstico exacto de las causas del apagón.
La Red Eléctrica ha señalado que la desconexión pudo deberse a la caída masiva de fuentes de energía, principalmente renovables, especialmente en el suroeste del territorio. Un ciberataque ha sido descartado como desencadenante. Ante la gravedad de la situación, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha demandado una investigación exhaustiva para considerar todos los posibles escenarios, subrayando que la seguridad energética es ahora una prioridad nacional.
A pesar de las preocupaciones sobre la estabilidad del sistema eléctrico debido a la creciente presencia de energías renovables y el cierre de plantas tradicionales, durante el apagón aún se contaba con un apoyo significativo de energía no renovable. Sin embargo, tanto generadores fotovoltaicos como nucleares se vieron obligados a desconectarse debido a las oscilaciones de frecuencia, lo que empeoró el problema y causó un efecto dominó.
El mantenimiento de la frecuencia específica de operación de los generadores es crucial para la estabilidad del suministro eléctrico. Las tecnologías convencionales pueden amortiguar mejor estos cambios, mientras que las energías renovables, al no estar acopladas a grandes masas rotacionales, no contribuyen de igual manera a la inercia del sistema. Esto ha generado cuestionamientos sobre la capacidad de la red para soportar una gran cantidad de energías renovables.
Como respuesta, los expertos sugieren mejorar la resiliencia del sistema mediante el aumento de interconexiones internacionales, mejor almacenamiento de energía, y adaptaciones para que las energías renovables participen en el control de tensión en la red. En vez de retroceder en la transición hacia energías limpias, es esencial invertir en tecnología que estabilice la red, asegurando que la seguridad energética siga siendo un pilar tanto para la estabilidad nacional como para la de la Unión Europea.