El reencuentro del público con el Sónar este año ha estado marcado por la incertidumbre y la polémica. El acceso al recinto de Montjuïc, que anticipaba un ambiente de música y hedonismo, también estaba bajo el escrutinio de aquellos atentos a las posibles manifestaciones políticas. El festival, sin embargo, se desarrolló en su esencia habitual, con momentos de sorpresa y diversión en el Sónar + D y en el Sónar Hall, donde las actividades tecnológicas y promocionales capturaban la atención de los asistentes. Mientras unos disfrutaban de las actuaciones y el ambiente sin pensar en la controversia, el discurso político se hizo presente tímidamente, como la presencia de una solitaria bandera palestina en el concierto de Alizzz.
La atmósfera festiva se mantenía a pesar de las tensiones externas, una situación que no pasó desapercibida para los organizadores del evento. Sergio Caballero y Enric Palau, figuras clave del Sónar, expresaron su descontento con la polémica surgida a raíz de la relación del festival con el fondo proisraelí KKR, que llevó a la cancelación de varios artistas. A pesar de las críticas y la aparente conspiración que algunos señalan, el evento sigue su curso con la misma energía vibrante de otros años. La respuesta del público, aunque voluble, demuestra su deseo de disfrutar del festival sin dejarse empañar por controversias externas.
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