En un mundo donde las connotaciones y percepciones sobre el estado civil evolucionan rápidamente, la palabra «soltero» comienza a perder su vigencia, con la posibilidad de que sea reemplazada por un término en inglés que suavice su carga histórica. La etiqueta de «solterón» ha sido especialmente desestimada, considerada como un estigma social anticuado. Figuras públicas, como Jennifer López, han sido blanco de tales términos, resaltando la necesidad de actualizar el lenguaje y las connotaciones asociadas. Esta tendencia hacia el cambio es reflejo de un fenómeno demográfico: la soltería está en aumento en España, alcanzando niveles sin precedentes según el estudio del demógrafo Pau Miret. Este auge implica un cambio social y cultural, donde la elección de vivir solo deja de ser vista como un fallo o una fase pasajera.
Paralelamente, la evolución de las relaciones personales también está siendo influenciada por nuevas dinámicas, como el auge de las plataformas de citas digitales. La búsqueda de pareja en el ambiente digital se asemeja a un mercado de carne, con consecuencias que dejan a muchos desilusionados y exhaustos. A pesar de un deseo innato de tener compañía duradera, la multitud de opciones y la superficialidad del catálogo amoroso actual dificultan alcanzar relaciones verdaderamente significativas. Esta situación se complica aún más con la dificultad económica y logística de la vivienda. Agrupar a solteros en un espacio común podría ser una solución práctica, pero no se debe olvidar que las modas políticas pueden desviar la atención de los problemas reales, como ocurre con el recurrente tema de la vivienda en la política española.
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