En un desarrollo conmovedor, un hombre que quedó cuadripléjico y cuyo tratamiento no rindió los resultados esperados, anunció en julio su decisión de solicitar ayuda para morir. Esta determinación fue tomada después de agotar todas las alternativas médicas disponibles que pudieran mejorar su condición de vida. Tras años de lucha y frente a un pronóstico irreversible, decidió proceder con la solicitud ante la falta de opciones efectivas.
La situación ha generado un intenso debate sobre los derechos del paciente y la ética médica, poniendo de relieve las complejidades que enfrentan las personas con discapacidades graves y sus familias. Los defensores de su decisión argumentan que se trata de un acto de autonomía y dignidad, mientras que sus detractores sostienen que la decisión de terminar con la vida debe ser cuidadosamente considerada. El caso resalta la necesidad de un diálogo continuado sobre el acceso, la empatía y el respeto a las decisiones personales en situaciones médicas extremas.
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