El conflicto en Siria ha retomado un tono escalofriante en medio de acusaciones sobre la presencia y participación de «miles de terroristas extranjeros», según señalan las Fuerzas Armadas sirias. Las autoridades locales han denunciado que estas facciones opositoras están reforzadas por combatientes que no son de origen sirio, lo que complica aún más el panorama ya fragmentado de la guerra civil en curso. La incorporación de estos elementos extranjeros introduce una nueva dimensión al conflicto, incrementando las tensiones tanto en el terreno como en la arena diplomática, donde actores internacionales siguen debatiendo sobre la mejor estrategia para alcanzar una resolución pacífica.
En este entorno volátil, el Gobierno sirio ha redoblado sus esfuerzos militares y de inteligencia para intentar contener lo que describen como una amenaza de terrorismo internacional. Mientras tanto, varios observadores y expertos internacionales han expresado su preocupación por el riesgo de que esta situación prolongue el conflicto indefinidamente, desplazando aún más a la población y causando potenciales crisis humanitarias en la región. Aunque las cifras exactas de combatientes extranjeros siguen siendo objeto de evaluación, la presencia de estos elementos es percibida como un factor desestabilizador que podría obstaculizar los esfuerzos de mediación y diálogo que buscan poner fin a años de violencia devastadora en Siria.
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