En un giro notable en el panorama de las relaciones entre el sector tecnológico y la política en Estados Unidos, numerosas compañías tecnológicas que previamente habían mantenido una postura distante respecto a Donald Trump, ahora parecen estar alineándose con sus intereses. Durante las campañas electorales de 2016 y 2020, los gigantes de Silicon Valley mostraron una reticencia palpable hacia el entonces candidato y luego presidente, optando por mantener sus distancias y, en algunos casos, expresando abiertamente sus desacuerdos con sus políticas. Sin embargo, este distanciamiento ha dado paso a una aparente colaboración más estrecha, en un contexto donde las plataformas tecnológicas juegan un papel cada vez más central en la política y la economía globales.
Este cambio de postura podría estar motivado por diversos factores, incluyendo la creciente presión regulatoria por parte del gobierno y el deseo de mantener un acceso preferencial al Poder Ejecutivo. La influencia de Trump en la era post-presidencial, sumada a su popularidad sostenida entre una amplia base de votantes, ha llevado a los líderes tecnológicos a revaluar su estrategia de interacción con figuras políticas clave. Aunque esta alineación puede generar beneficios a corto plazo para las empresas en términos de influencia y negociación, también plantea interrogantes sobre la independencia del sector tecnológico y su capacidad para navegar en un ambiente político cada vez más polarizado.
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