En la década de los noventa, durante la presentación de un libro sobre el cardenismo, se narró una anécdota que reflejaba el trato que Lázaro Cárdenas dedicaba a los sectores más vulnerables. El general michoacano convocó a su gabinete para visitar comunidades indígenas, y al verlos vestidos con atuendo campirano, les recordó que los indígenas acudían a sus oficinas vestidos con sus mejores trajes. Este gesto simboliza un reconocimiento y respeto hacia quienes menos tienen, una lección sobre la importancia de la dignidad y la empatía en el servicio público. En la actualidad, esta misma esencia parece ser evocada por Claudia Sheinbaum y la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, a través de encuentros con colectivos de buscadores de desaparecidos, intentando saldar una deuda histórica con las víctimas.
La reciente iniciativa de Sheinbaum y Rodríguez para reunirse con colectivos de búsqueda de desaparecidos marca un cambio significativo en el panorama político de México, enfrentando una crisis de derechos humanos largamente ignorada. Aunque se critica la elección de las sedes para estos encuentros, realizados en hoteles y centros de convenciones, las reuniones representan un compromiso concreto con la justicia y la reparación. Los colectivos han exigido despidos de altos funcionarios, acusando ineficiencia y falta de empatía en su gestión. Este momento ofrece una oportunidad crítica para corregir el rumbo; ahora es imperativo que el gobierno no solo prometa, sino que también actúe con decisión para entregar verdad y justicia. Estas acciones, sin embargo, deberán superar el escepticismo, mostrando resultados tangibles y enfrentando tanto las omisiones pasadas como las colusiones con el crimen organizado, con el objetivo de transformar de raíz el sistema de búsqueda de desaparecidos en México.
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