En el Colegio Público Ermitagaña, en Pamplona, la huerta escolar forma parte integral de un proyecto educativo que durante seis años ha centrado la sostenibilidad en el currículo. En este programa, denominado «Sembrar Aprendizajes, Cultivar Mentes», los alumnos no solo aprenden prácticas agrícolas y gestión de residuos, sino que también desarrollan competencias ecosociales. Cristina Cirauqui, coordinadora de la iniciativa, subraya el valor del entorno natural como un espacio propicio para el aprendizaje y el desarrollo neurológico, respaldado por investigaciones que muestran beneficios cognitivos y sociales. Estos esfuerzos por integrar la educación ambiental en la estructura escolar reflejan una tendencia más amplia en España, donde cada vez más centros educativos adoptan un enfoque transversal que vincula contenidos ecológicos con diferentes asignaturas.
El impacto de estas iniciativas educativas trasciende el ámbito local, involucrando a alumnos en proyectos que promueven la transformación social y el pensamiento crítico. Instituciones como el Colegio Santa Eulalia en Mérida y el colegio Lourdes Fuhem en Madrid, combinan la educación ambiental con la enseñanza de valores como la justicia social y la participación ciudadana. Estos programas están diseñados para fomentar la competencia científica, el consumo responsable y la acción colectiva. A nivel europeo, el proyecto CoolSchools en Barcelona renaturaliza patios escolares para mejorar la biodiversidad y promover el juego inclusivo. En última instancia, el objetivo es formar ciudadanos comprometidos con una perspectiva global y sostenible, capaces de enfrentar desafíos como el cambio climático con conciencia y responsabilidad.
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