Las viviendas modernas están diseñadas bajo un conjunto de códigos que priorizan el bienestar personal al tiempo que promueven una estética más neutral. En un contexto donde la individualidad parece perder protagonismo, la arquitectura de los hogares refleja este cambio. Las personas optan por espacios que ofrecen comodidad y privacidad sin destacar excesivamente en cuestiones de estilo o excentricidad. Esta tendencia responde no solo a una búsqueda de confort, sino también a un deseo de pertenecer a una comunidad homogénea y discreta.
Este enfoque hacia el diseño del hogar se evidencia en la creciente preferencia por líneas limpias, colores neutros y decoraciones minimalistas. El concepto se centra en crear espacios que satisfagan las necesidades personales sin atracciones extravagantes, permitiendo que los habitantes se conecten con un sentido de tranquilidad y anonimato. La sociedad parece moverse hacia una época donde ser uno más dentro de un grupo es más valorado que destacar particularmente, y las viviendas se configuran como el reflejo físico de esta nueva norma social.
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