El BBVA ha vuelto a poner sobre la mesa su intención de comprar el Banco de Sabadell, aunque esta vez la situación parece más compleja y menos atractiva que hace cuatro años, cuando intentó lo mismo sin éxito. En esta ocasión, la propuesta de adquisición ha sido calificada como hostil, y se enfrenta a varios retos significativos. Entre ellos, se encuentra el complicado dictamen de Competencia, que está demorando el proceso, y la incertidumbre sobre la autorización del gobierno para permitir la fusión. Además, la oferta inicial del BBVA ya se consideraba poco atractiva, ofreciendo una acción nueva de BBVA por cada 5,0196 acciones del Sabadell, más un pago en efectivo que todavía valora las acciones del Sabadell por debajo de su cotización actual en el mercado. Esto incrementa la percepción de que la oferta es insatisfactoria.
El BBVA tampoco ha logrado aumentar el atractivo de su oferta mediante cambios en las condiciones de intercambio de acciones. La propuesta, en lugar de incentivar a los accionistas, parece reflejar una falta de estrategia corporativa clara, con un enfoque en adquisiciones no orgánicas sin ofrecer mejoras sustanciales o primas atractivas para los inversores del Sabadell. Además, el riesgo inherente a la operación se ve incrementado por la exposición internacional del BBVA en mercados más volátiles como Turquía, Venezuela, México y Argentina, en comparación con el enfoque más limitado del Sabadell en España y Reino Unido. Estos factores, combinados con una propuesta de fusión que ofrece pocas ventajas concretas para los empleados y el consejo del Sabadell, no parecen convencer a la mayoría de los accionistas, quienes tendrán la última palabra sobre si aceptar el riesgo agravado sin una mejora significativa en la rentabilidad futura.
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