Alemania se prepara para unas elecciones anticipadas el 23 de febrero, tras la pérdida de confianza del canciller Olaf Scholz por parte del Bundestag. Esta derrota, que el canciller buscaba estratégicamente, se produjo después de la ruptura de la coalición tripartita que gobernaba desde 2021, lo que dejó al Gobierno en minoría. Con 394 de los 717 diputados negándole la confianza, la votación reflejó una alianza inusual que incluyó a la extrema derecha, tradicionalmente marginada en coaliciones políticas. Scholz, al intentar provocar esta situación, argumentó que era imperativo avanzar hacia estas elecciones en medio de un contexto de recesión y crisis industrial. En su discurso, destacó la necesidad de invertir en infraestructuras y servicios públicos, rechazando las políticas de austeridad defendidas por su exministro de Finanzas, Christian Lindner.
La derrota parlamentaria también evidencia el colapso de la alianza con Los Verdes y el Partido Liberal Demócrata, a quienes Scholz removió del Gobierno. El clima en el Bundestag reflejaba la tensión de cara a una campaña invernal, marcada por el enfrentamiento directo entre los líderes políticos. Friedrich Merz, líder democristiano y probable sucesor de Scholz, criticó duramente la gestión del actual canciller, señalando la grave crisis que atraviesa el país. La estrategia de Scholz de buscar elecciones anticipadas a través de la cuestión de confianza evoca procesos similares de líderes como Willy Brandt y Helmut Kohl. A pesar de la incertidumbre sobre la unidad de votos en contra, el objetivo de desencadenar elecciones se ha logrado, aunque persisten las dudas sobre el futuro de Scholz como posible canciller después de los comicios.
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