En un contexto donde las paradojas diarias en México son comunes, la Suprema Corte de Justicia ha emitido dos decisiones trascendentales que destacan en la lucha por la justicia para las mujeres. La Corte negó el amparo a Luis de Llano tras la denuncia por abuso sexual presentada por Sasha Sokol, estableciendo que no hay prescripción para estos delitos debido al impacto duradero en las víctimas. Esta sentencia representa un avance significativo en la protección de menores y afirma el principio de que la gravedad del daño prevalece sobre el paso del tiempo. Anteriormente, la Corte había ordenado la liberación de Juana Hilda González, víctima de un aparente error judicial en el controvertido caso Wallace. Ambos fallos se presentan como hitos en una etapa crítica de cambio en el máximo tribunal, reflejando un enfoque renovado hacia la justicia de género.
El caso de Sasha Sokol resalta no solo por el triunfo legal, sino también por el coraje mostrado al confrontar a su abusador después de décadas de silencio. Su valentía se convierte en un símbolo de esperanza y un estímulo para otras víctimas que enfrentan abusos similares. La notoriedad pública tanto de Sokol como de De Llano pone de relieve la importancia de no normalizar los abusos, sin importar el contexto histórico. Su victoria judicial demuestra que enfrentar el dolor del pasado puede llevar a la justicia, sugiriendo que, aunque la sociedad y las leyes puedan evolucionar, el valor personal de alzar la voz es crucial para el cambio. Este caso no solo celebra el triunfo de una mujer, sino que también marca un precedente para la protección y apoyo a las víctimas en el futuro.
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