Sobre dos puertas de madera oscura, un letrero anuncia “Churrería”, un simple aviso que apenas refleja la rica historia detrás de La Mañueta, un negocio familiar que ha sido punto de encuentro culinario en Pamplona durante 153 años. Este icónico establecimiento, administrado por la familia Elizalde-Fernández, abre solo unos días al año para ofrecer sus tradicionales churros, celosamente preparados sin recetas escritas y con técnicas pasadas de generación en generación. La simplicidad es su esencia: elaboran la masa a ojo y fríen en fogones de leña, generando un producto que atrae a centenares de personas dispuestas a hacer fila para probar una tradición gustativa que perdura sin cambios a lo largo del tiempo.
La sólida conexión familiar es el motor que mantiene viva esta histórica churrería, donde colaborar es más un acto de amor que un medio de subsistencia. Los miembros de la familia, junto a algunos trabajadores externos, aportan tiempo y esfuerzo voluntariamente, sacando adelante el negocio durante las reducidas temporadas de apertura. El encanto de La Mañueta reside no solo en sus crujientes churros sino también en las raíces culturales y familiares que simbolizan una auténtica herencia local. La vida de la churrería se enriquece con el agradecimiento de sus clientes de siempre y las festividades locales, como el vals de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos en San Fermín y el tributo musical de la banda municipal, que refuerzan su estatus como un tesoro comunitario en Pamplona.
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