En un sorpresivo giro en la política cultural, el presidente del Gobierno ha instado públicamente a excluir a Israel de Eurovisión, una decisión que ha generado un intenso debate tanto en el ámbito político como en el cultural. Esta petición se produjo en medio de crecientes tensiones internacionales y argumentos sobre la participación de Israel en eventos europeos. La declaración ha sido recibida con reacciones mixtas: algunos sectores aplauden la medida como una postura firme en cuestiones de derechos humanos, mientras que otros la critican como una politización indebida de un festival que tradicionalmente busca promover la diversidad y la unidad a través de la música.
El anuncio del presidente ha provocado una oleada de declaraciones de figuras políticas y culturales, quienes debaten el impacto que una exclusión podría tener en las relaciones bilaterales y en la propia naturaleza del festival. La Unión Europea de Radiodifusión, responsable de organizar Eurovisión, aún no ha emitido una respuesta oficial, pero el tema promete ser un punto candente en futuras discusiones. Este incidente pone de manifiesto las complejas intersecciones entre política y cultura en el contexto internacional, y se suma a las crecientes discusiones sobre el papel de Eurovisión en la representación geopolítica.
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