En un intento por consolidar el apoyo de los partidos nacionalistas, el presidente ha planteado un cambio significativo en el modelo territorial vigente desde 1978. Esta propuesta busca reformar la estructura territorial del país, respondiendo a las demandas de mayor autonomía de diversas comunidades, especialmente Cataluña. Al estar en una posición debilitada, el mandatario parece dispuesto a negociar para mantener la estabilidad política y asegurar alianzas estratégicas que le permitan seguir gobernando.
Este movimiento se produce en un contexto de creciente presión interna y externa por reconsiderar el acuerdo territorial que ha estado en vigor por décadas. Los partidos nacionalistas han recibido positivamente esta iniciativa, viéndola como una oportunidad para avanzar en sus objetivos de autogobierno. Sin embargo, el proceso no está exento de polémicas, ya que sectores más conservadores temen que este cambio podría incentivar nuevas tensiones regionales y cuestionar la unidad nacional.
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