Pedro Sánchez enfrenta un complejo desafío al equilibrar los compromisos asumidos en Bruselas, que exigen un aumento del gasto en defensa, con la opinión pública española, que se muestra escéptica ante tal incremento. En un discurso ante el Congreso, Sánchez apostó por una narrativa épica e histórica para justificar esta decisión, enfatizando que, bajo su gestión, no se sacrificará el gasto social en favor del aumento en seguridad y defensa. Resaltó el contexto global cambiante, marcado por el «neoimperialismo ruso» y un cambio de enfoque por parte de EE.UU., lo cual, según él, requiere que Europa asuma un rol más protagonista. Pese a las críticas y las dudas, especialmente desde sectores progresistas, Sánchez aboga por mantener el apoyo a Ucrania sin desestabilizar el estado del bienestar.
Durante su intervención, el presidente evadió proporcionar detalles específicos sobre los plazos o cifras exactas para este incremento en el gasto de defensa, más allá de la meta del 2% acordada en la OTAN bajo el gobierno de Mariano Rajoy en 2014. Su enfoque fue esencialmente pedagógico, buscando convencer a la izquierda política y social de la necesidad de estos cambios. Sánchez propuso que el incremento de gasto se realice incentivando el desarrollo tecnológico y la creación de empleos, sin afectar otras partidas presupuestarias, a través de un «gran plan nacional para el desarrollo de la tecnología y la seguridad y defensa española». Añadió que Europa debe fortalecerse para no depender de los caprichos de Washington, abogando por una mayor soberanía compartida en el continente.
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