Desde tiempos ancestrales, la humanidad ha enfrentado el desafío de obtener alimentos, algo esencial para la supervivencia. A diferencia de otros animales, los humanos no solo extraen sus alimentos del entorno, sino que también han desarrollado métodos para producir, conservar y transportar comida, asegurando su disponibilidad en épocas de escasez. Antes de la era de la electricidad y el transporte moderno, las técnicas de conservación, como el ahumado, el salado y la deshidratación, eran vitales. Estos métodos permitían almacenar excedentes en construcciones especialmente diseñadas, como los hórreos gallegos, garantizando provisiones durante los inviernos duros y tiempos de guerra. Esta planificación y almacenamiento estratégicos contribuyeron a evitar hambrunas, que en ocasiones provocaron revoluciones sociales, como la Revolución Francesa.
En la España rural de antaño, la despensa era un testimonio del ingenio humano para conservar alimentos. Desde embutidos curados y aceitunas en salmuera hasta productos secos como la mojama de atún, cada región desarrolló técnicas propias para preservar sus recursos. La cocina tradicional se adaptó ingeniosamente a estos productos disponibles, con platos emblemáticos como la ensalada murciana y el bacalao a la vizcaína. Hoy en día, las conservas y las latas facilitan aún más el acceso a alimentos duraderos, destacando nuestra capacidad histórica para enfrentar las adversidades alimentarias con creatividad y eficacia. Toda esta rica tradición reflejada en nuestra despensa es un resumen de la evolución e ingenio de la humanidad en torno a la alimentación.
Leer noticia completa en El Pais.