Desde el inicio del conflicto en Ucrania en 2022, Rusia enfrenta desafíos significativos debido a las sanciones internacionales que limitan su acceso a tecnologías cruciales, especialmente chips avanzados de Estados Unidos y Taiwán. En respuesta, Moscú ha intensificado sus esfuerzos para implementar hardware de producción nacional en infraestructuras críticas, como las centrales nucleares, mediante el uso de CPUs MCST Elbrus 2S3. A pesar de tener un rendimiento similar al de una Raspberry Pi, estas CPUs están desempeñando un papel central en la estrategia de autosuficiencia tecnológica de Rusia.
Los controladores programables, o PLCs, basados en las CPUs MCST Elbrus 2S3, están diseñados para automatizar procesos dentro de las centrales nucleares y se están probando también en la industria del petróleo y el gas. Estos chips integran características técnicas modestas, tales como dos núcleos a una frecuencia de hasta 2 GHz, 8 GB de RAM DDR4, compatibilidad con almacenamiento SSD PCIe 3.0 de hasta 480 GB, y una iGPU básica para tareas de vídeo. A pesar de sus limitaciones, cumplen con los requisitos necesarios para los sistemas de control automatizado que Rusia planea integrar como parte de su transición hacia un ecosistema tecnológico independiente antes del año 2030.
Las sanciones han golpeado duramente la capacidad de Rusia para acceder a chips avanzados, especialmente aquellos desarrollados por TSMC en Taiwán. Por ejemplo, la producción del Elbrus 2S3, que originalmente utilizaba un proceso de 16 nm de TSMC, ya no es viable debido a estas restricciones. No obstante, Rusia ha mostrado habilidad para eludir bloqueos previos mediante redes de distribución alternativas y empresas intermediarias, obteniendo tecnología prohibida como chips de Texas Instruments para propósitos militares, y fabricando CPUs Baikal-S a pequeña escala que también dependen de la tecnología de TSMC.
El principal desafío que Rusia enfrenta radica en sustituir los procesos de fabricación avanzados ahora inaccesibles. Aunque los controladores basados en Elbrus satisfacen ciertas aplicaciones específicas, como en el ámbito nuclear, el acceso limitado a tecnología de vanguardia podría complicar la expansión de estas soluciones a otros sectores industriales, como el petrolero y gasífero. La dependencia de tecnología local menos sofisticada podría también comprometer la competitividad de Rusia frente a los estándares internacionales. No obstante, el gobierno ruso parece dispuesto a asumir estos compromisos en su búsqueda por lograr autosuficiencia tecnológica y proteger sus infraestructuras cruciales de interferencias externas.
El movimiento hacia el uso de CPUs como la MCST Elbrus 2S3 subraya la determinación de Rusia por asegurar que sus sistemas estratégicos sean impermeables a influencias extranjeras. Aunque el camino hacia la autosuficiencia tecnológica es incierto y con muchos desafíos por delante, esta iniciativa destaca la prioridad del país en resguardar sus infraestructuras clave en un contexto de sanciones internacionales y crecientes tensiones geopolíticas.