La situación en Ucrania y Rusia sigue siendo tensa y compleja, a pesar de las festividades religiosas y la reciente presión diplomática por parte de los Estados Unidos. En un nuevo ataque lanzado por el Ejército ruso, se han efectuado agresiones que incluyen el uso de misiles y drones sobre zonas clave en Ucrania, como Odesa, Sumi, Donetsk y Zaporiyia. El presidente estadounidense, Donald Trump, ha declarado solemnemente que ni el líder ucraniano, Volodímir Zelenski, ni el presidente ruso, Vladímir Putin, deberían seguir usando tácticas dilatorias en las conversaciones de paz, insinuando que su paciencia tiene un límite y, de no haber avances, su administración podría desistir de continuar con su papel de mediador en el conflicto bélico. Sin embargo, Trump mantiene que ambos países todavía muestran interés en alcanzar la paz, a pesar de las acciones bélicas recientes.
Al mismo tiempo, Rusia ha expandido su control militar en Ucrania, tomando la estratégica localidad de Shevchenko en Donetsk, conocido por sus recursos minerales. Las condiciones rusas para un alto al fuego exigen la desmilitarización y neutralidad de Ucrania, además de otras demandantes condiciones políticas como la «desnazificación» del gobierno ucraniano y el reconocimiento de la soberanía rusa sobre territorios previamente anexionados. Mientras el Kremlin se proclama abierto al diálogo, su postura inflexible respecto a sus intereses territoriales y políticos señala una barrera significativa para las negociaciones. Desde la perspectiva estadounidense, representada por el secretario de Estado, Marco Rubio, la falta de un acuerdo pragmático a corto plazo podría significar que las negociaciones de paz no son viables, sugiriendo que Estados Unidos podría verse forzado a embarcarse en una estrategia diferente si las disputas no encuentran resolución.
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