Vladímir Putin ha vuelto a frustrar las esperanzas de una resolución pacífica en Ucrania, dejando en evidencia su falta de compromiso en las negociaciones de paz celebradas en Estambul. En lugar de asistir personalmente, envió una delegación de bajo nivel que no ofreció soluciones concretas y exigió la retirada de Ucrania de las regiones anexionadas por Rusia en 2022. La reunión, intermediada por Turquía, terminó siendo un fracaso sin avances significativos, salvo el acuerdo para un intercambio de prisioneros. El enfoque de Putin, que parece apoyarse en la prolongación del conflicto, sugiere que no ve necesidad de cambiar su estrategia belicista, lo que deja pocas perspectivas de paz a corto plazo.
Mientras tanto, Ucrania enfrenta limitaciones en recursos humanos y militares, lo que hace improbable una ofensiva que cambie el rumbo del conflicto. Las sanciones impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos han llegado a su límite, y aunque podrían presionar más a Rusia, las opciones adicionales parecen restringidas. A nivel interno, un cambio significativo requeriría una inesperada movilización de la sociedad rusa contra la guerra, pero el régimen de Putin ha demostrado tener herramientas para controlar el descontento. El desarrollo de esta crisis también depende de la política exterior de Estados Unidos, donde Donald Trump podría desempeñar un papel crucial si decide alterar su apoyo tácito a Moscú, aunque su postura futura aún es incierta.
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