A lo largo de 40 meses de conflicto, Rusia enfrenta serios desafíos económicos derivados de la invasión a Ucrania. En el Foro Económico de San Petersburgo, donde alguna vez se destacaron logros económicos, hoy se revela una preocupante realidad: el país está al borde de la recesión, con un crecimiento estancado y precios en aumento. El ministro de Desarrollo Económico, Maxim Reshétnikov, y la gobernadora del banco central, Elvira Nabiúllina, han admitido que las reservas económicas se han agotado. Además, el banco central se encuentra en una lucha constante contra la inflación elevada, que se mantiene cerca del 10% interanual, aunque análisis independientes sugieren que puede superar el 15%.
La economía rusa, dependiente en gran medida del gasto militar, muestra signos de colapso. A pesar de las cifras oficialmente optimistas de empleo y salario, el aumento real de precios está erosionando el poder adquisitivo de los ciudadanos. Las inversiones y la demanda de bienes están en declive, y las sanciones occidentales agravan la situación. Mientras el Kremlin se enfrenta a restricciones presupuestarias cada vez más severas, depender de fluctuaciones en el mercado energético, exacerbadas por conflictos en Oriente Próximo, deja al país en una posición precaria. Ante este panorama, expertos sugieren que devaluar el rublo podría ser una opción viable, aunque arriesgada, para intentar mitigar los daños económicos.
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