El acto de tomar el aperitivo, una tradición extendida en muchas culturas, se ha convertido en un símbolo de estatus económico. En el contexto actual, marcado por una disparidad creciente en la distribución de la riqueza, este hábito habitual entre las clases adineradas resalta las divisiones sociales presentes. Para muchos, la capacidad de disfrutar de un aperitivo es algo esporádico, reservado para los momentos especiales como las vacaciones, cuando las circunstancias financieras lo permiten gracias a ingresos adicionales, como una paga extra. Este fenómeno refleja un acceso desigual a hábitos de consumo que, antaño, estaban al alcance de una mayor proporción de la población.
El término «ricos en vacaciones» se ha acuñado para describir a quienes solo pueden permitirse ciertos lujos en periodos específicos del año. Estos momentos vienen acompañados de un aumentó temporario del poder adquisitivo, lo que permite a más personas participar brevemente en prácticas financieras que, durante el resto del año, no son accesibles. Esta dinámica ha suscitado un debate sobre el impacto social de transformaciones económicas que exacerban las diferencias entre los diversos estratos de la población, cuestionando la sostenibilidad de un estilo de vida cada vez más vinculado a la disponibilidad de recursos financieros.
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