En Reinosa, una localidad del sur de Cantabria, los habitantes viven con preocupación el clima de incertidumbre económica provocado por los aranceles al acero impuestos por Estados Unidos durante la administración de Donald Trump. La comunidad depende en gran medida de la factoría siderúrgica Forgings & Castings, conocida localmente como «la Naval», que emplea a cerca de 700 personas, una cifra que aumentaría a 900 si se considera la escisión que opera bajo el antiguo nombre de Sidenor. Esta situación genera inquietud en la población, ya que la planta representa un pilar económico crucial para la región, con más del 10% de los 8,570 habitantes vinculados a su operación. La tensión es palpable incluso en el instituto público Montesclaros, un centro educativo de referencia en estudios de Formación Profesional (FP), donde los jóvenes ven la fábrica como una puerta hacia el futuro laboral, siguiendo los pasos de sus padres y abuelos.
La educación y preparación profesional de los jóvenes de Reinosa es clave para enfrentarse a este contexto económico incierto. En el instituto Montesclaros, 200 de sus 670 estudiantes se inscriben en programas de FP, donde combinan teoría con prácticas en la fábrica local, consolidando un vínculo sólido entre la educación y la industria regional. Estos programas educativos, especialmente el grado básico de FP, han contribuido significativamente a la reducción del fracaso escolar en España, al ofrecer una enseñanza más práctica y adaptativa. Gracias a estas ofertas, el abandono escolar temprano se ha reducido a un mínimo histórico del 13%, y el porcentaje de jóvenes que completan la enseñanza secundaria postobligatoria ha alcanzado el 80%. El relato de Eder, un joven de 15 años del instituto Montesclaros que aspira a trabajar en la factoría, refleja cómo estos programas no solo cambian vidas individuales sino que también fortalecen la comunidad al asegurar que las nuevas generaciones estén preparadas para enfrentar retos económicos futuros.
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