Un reciente estudio realizado por el Hospital del Mar ha arrojado luz sobre uno de los enigmáticos efectos del COVID persistente: la fatiga crónica. Investigadores de los servicios de Neumología, Patología y Medicina Intensiva han identificado una posible causa de este agotamiento permanente, señalando la fibrosis en la pared de los vasos sanguíneos como el principal culpable.
Publicada en la revista Ultraestructural Pathology, la investigación se centró en el análisis de biopsias musculares del cuádriceps de 35 pacientes hospitalizados durante la pandemia. Utilizando técnicas avanzadas de microscopia electrónica, se detectó una significativa fibrosis en las paredes capilares, lo que impide una correcta oxigenación de las fibras musculares. Este hallazgo concuerda con observaciones de otros órganos en pacientes fallecidos por COVID-19.
La infección por el virus dañaría las células endoteliales, esenciales en la formación de los vasos sanguíneos, originando un engrosamiento que afecta el intercambio de gases. El Dr. Joaquim Gea, jefe emérito del Servicio de Neumología, señaló que esta alteración limita la capacidad para realizar ejercicios prolongados, aunque los pacientes puedan manejar actividades cortas sin problemas.
El Dr. Joan Ramon Masclans, jefe del Servicio de Medicina Intensiva, indicó que este fenómeno es comparable a condiciones como la fibrosis pulmonar, sugiriendo que podría desarrollarse un tratamiento preventivo similar.
La investigación también destaca el potencial uso de biopsias musculares como herramienta diagnóstica en pacientes afectados. Según el Dr. Josep Lloreta, patólogo del estudio, la microscopia electrónica proporciona un análisis detallado de los cambios patológicos observados.
Como parte de las soluciones, se sugiere que los ejercicios aeróbicos podrían ayudar a mitigar los efectos de la fibrosis capilar, incentivando la formación de nuevos vasos sanguíneos. Esta intervención no solo podría mejorar la oxigenación muscular, sino también ofrecer a los pacientes una significativa mejora en su calidad de vida.
El estudio abre nuevas vías para entender y tratar una de las complicaciones persistentes más debilitantes del COVID-19, brindando esperanza a quienes aún lidian con sus efectos a largo plazo.