La irrupción de la empresa china DeepSeek marca un momento crucial en el panorama tecnológico mundial, al desafiar el dominio de las grandes corporaciones y facilitar la expansión de la inteligencia artificial (IA) dentro del sistema productivo global. Este avance representa una oportunidad significativa para España, siempre que sepa aprovecharla. En un contexto donde las barreras de entrada en el mercado de la IA se revelan menos impenetrables de lo esperado, Europa espera que sus iniciativas puedan capitalizar nichos de mercado, lo que para España aún es un objetivo distante. Actualmente, la nación no ha cumplido con las expectativas de su plan de 12.000 millones de euros para el desarrollo de microchips, financiado por los fondos Next Generation de la Unión Europea, ejecutando solo un 2,4% de los recursos asignados. Sin embargo, la accesibilidad reducida y el bajo costo de incorporación de la IA, favorecidos por la tecnología china, ofrecen un resquicio de esperanza para mejorar la productividad, que ha estado concentrada en gigantes tecnológicos internacionales.
A pesar del entusiasmo por el impulso provocado por DeepSeek, el retraso tecnológico europeo es palpable y se refleja en un diferencial de productividad en sectores clave, incluidas las grandes tecnologías, donde las corporaciones norteamericanas dominan. Aunque Europa muestra ventajas en otros sectores industriales, confirma su lentitud en la generación y difusión de nuevas tecnologías. DeepSeek ofrece la posibilidad de un cambio gracias a su código abierto y coste reducido, lo cual requiere una adecuación cuidadosa por parte de las empresas y gobiernos europeos, que deben facilitar la liberalización de los mercados para evitar rentismos. Tal cambio disruptivo demanda un replanteamiento estratégico tanto en la estructuración empresarial como en las políticas de empleo. También se sugiere revisar la asignación de fondos destinados a la producción de procesadores en España, vital para adaptarse a las transformaciones empresariales que la IA podría introducir. Según Olivier Blanchard, este avance podría desencadenar un shock de productividad sin precedentes, pero los beneficios dependerán de la capacidad para adaptarse a estos cambios disruptivos.
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