La lucha contra el alzhéimer está experimentando un cambio revolucionario con la aparición de fármacos como el lecanemab y el donanemab, que ralentizan la progresión de la enfermedad. Aunque estos medicamentos presentan una eficacia moderada y han generado controversias por sus costos elevados y efectos secundarios como hemorragias cerebrales, su desarrollo supone un avance histórico en el tratamiento de una dolencia que afecta a 50 millones de personas en el mundo. Investigaciones adicionales, con 138 fármacos en proceso, siguen apuntando a nuevos enfoques terapéuticos. La serie de artículos en The Lancet destaca estos avances y también aborda las reacciones y escepticismos en la comunidad científica, comparando el impacto y costos de estos fármacos con tratamientos biológicos de otras enfermedades.
Paralelamente, los progresos en diagnóstico, como los biomarcadores plasmáticos, prometen detectar la enfermedad mucho antes mediante análisis de sangre, lo que podría desencadenar una «revolución diagnóstica». Estos desarrollos permitirán una identificación temprana y precisa de la enfermedad, facilitando tratamientos preventivos en el futuro. Los expertos prevén que estos avances no solo mejorarán el manejo del alzhéimer, sino que también impulsarán medidas preventivas, enfocándose en factores de riesgo como el sedentarismo y la contaminación. Sin embargo, el camino hacia la implementación completa de estas innovaciones presenta desafíos considerables para los sistemas de salud, que deberán adaptarse a nuevas prácticas de diagnóstico y tratamiento.
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