El teatro independiente en Cataluña enfrenta una grave crisis, como lo evidencia la Sala Flyhard, que a pesar de aumentar sus funciones de 30 a 75 en la temporada 23-24, sigue luchando por mantenerse a flote. Este fenómeno refleja una tendencia general en las producciones teatrales alejadas de las grandes plataformas públicas y privadas. La Flyhard, con su pequeño espacio en Sants, depende de giras por el territorio para sobrevivir, ya que enfrenta la competencia de producciones más grandes y reconocidas, que acaparan el mercado gracias al acceso a mayores recursos por parte de los ayuntamientos. Esto deja fuera del calendario a compañías de formato pequeño y mediano, ya que los presupuestos y fechas se agotan rápidamente.
El desafío se agrava debido a lo que algunos consideran una «competencia desleal» de los teatros públicos, que ofrecen producciones a precios competitivos a los que las independientes no pueden igualar. Un espectáculo que el Teatro Nacional de Cataluña subvenciona, por ejemplo, resulte ser una opción más atractiva para los programadores que obras con menos intérpretes. Esta dinámica obliga a las compañías independientes a optar por producciones con elencos reducidos o monólogos para poder subsistir. Además, la falta de gestión ágil y de recursos por parte de teatros fuera de Barcelona dificulta la viabilidad de nuevas producciones. Como resultado, la visibilidad del teatro independiente disminuye, especialmente para los jóvenes y aquellos que exploran géneros no convencionales.
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