El proyecto de reducción de la jornada laboral, considerado una de las iniciativas estrella del actual Gobierno, fracasó en el Congreso debido a la falta de consenso entre los distintos partidos políticos. La propuesta buscaba reducir la jornada laboral semanal con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los trabajadores y aumentar la productividad. Sin embargo, enfrentó duras críticas y desacuerdos sobre su viabilidad económica y sus implicaciones para las pequeñas y medianas empresas, lo que llevó a su rechazo en la cámara legislativa.
A pesar del revés, el Gobierno ha manifestado su intención de seguir explorando fórmulas para avanzar hacia la flexibilización del mercado laboral. Los defensores del plan argumentan que podría traer beneficios tanto para el bienestar de los empleados como para la eficiencia empresarial, pero la oposición sostiene que el clima económico actual no permite implementar tales cambios. Este desenlace representa un golpe significativo para el Ejecutivo, que buscaba presentar la medida como una parte clave de su agenda reformista en el ámbito laboral.
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