La economía española avanza con solidez gracias al consumo interno y una competitividad reforzada por la reducción de los costos energéticos. Aunque el mercado laboral se mantiene estable, persiste un desafío significativo en el ámbito de la inversión, que no ha crecido al ritmo esperado por organismos como la Comisión Europea y analistas nacionales. En 2022 y 2023 se registraron desaciertos en las previsiones, reflejando un crecimiento de la inversión muy por debajo de lo proyectado inicialmente. Esto ocurre a pesar de condiciones favorables como el saneamiento de balances, el aumento de la rentabilidad empresarial, el auge bursátil y la entrada de capital extranjero.
La incertidumbre económica se ha convertido en un factor relevante que afecta las decisiones de inversión, siendo exacerbada por la falta de reformas fiscales claras y una regulación altamente fragmentada. La introducción de un impuesto de sociedades mínimo común en Europa podría simplificar el panorama fiscal y fomentar un entorno más propicio para la inversión productiva. Sin embargo, otros desafíos persisten, como la competencia distorsionada por la guerra comercial entre grandes bloques geopolíticos y la transición hacia una economía verde, especialmente en sectores como el automotriz, donde los objetivos reguladores son cambiantes. Las proyecciones de la Comisión Europea sugieren un repunte de la inversión en los próximos años, impulsado por un contexto de relajación monetaria, pero alcanzar estas expectativas requerirá abordar barreras estructurales y la influencia de factores externos, como el retorno de políticas proteccionistas en Estados Unidos.
Leer noticia completa en El Pais.